En contextos de encierro, trabajar por la reinserción no es solo necesario: es urgente. Durante el mes de julio, hemos desarrollado talleres en el marco de dos proyectos que, aunque responden a problemáticas muy diferentes, comparten una misma finalidad: reconocer la dignidad, el potencial y las necesidades específicas de las personas privadas de libertad.

Los proyectos Conéctate: competencias digitales para personas privadas de libertad con enfermedad mental y Escuela de Familia: promoción de la parentalidad positiva y las competencias psicoemocionales en prisión nos han llevado a dos espacios de trabajo muy distintos, con realidades profundamente marcadas por la exclusión, el estigma y la invisibilización. En ambos casos, el aprendizaje ha sido mutuo, profundo y transformador.

 

Conéctate: capacitación digital como derecho y como puente

Las personas privadas de libertad con enfermedad mental se encuentran con un factor de exclusión añadido. A la vulnerabilidad que conlleva el encarcelamiento se suma una condición de salud mental que suele ser incomprendida, mal diagnosticada o insuficientemente acompañada. Si a eso añadimos la brecha digital, el aislamiento se multiplica.

Vivimos en una sociedad cada vez más digitalizada, donde el acceso a la información, a los servicios, a las oportunidades e incluso a los vínculos sociales está mediado por lo tecnológico. Sin embargo, muchas de las personas con las que trabajamos en el marco del proyecto Conéctate no han tenido contacto alguno con herramientas digitales básicas. Algunas ni siquiera habían usado un ordenador.

La alfabetización digital en estos contextos no es una cuestión técnica. Es una cuestión de derechos humanos. Aprender a encender un ordenador, crear un documento, escribir una carta en Word o preparar un currículum en formato digital no son aprendizajes menores: son herramientas concretas para reconstruir la autonomía, comunicarse con el exterior y prepararse para la vida en libertad. En un mundo donde casi todo pasa por una pantalla, manejar el paquete Office no es solo una competencia laboral, es también una forma de recuperar agencia y dignidad.

Durante el taller, no solo se enseñaron herramientas. Se generó un espacio seguro donde cada persona pudo aprender a su ritmo, recuperar confianza, poner palabras a sus dificultades, y sobre todo, experimentar el reconocimiento. Porque la tecnología puede ser también un puente hacia la autoestima, la autonomía y la perspectiva de futuro.

 

Escuela de Familia: reconstruir vínculos, acompañar duelos

Las familias de las personas en prisión son una población invisible, silenciada. A menudo se dice que ellas también cumplen condena —y es cierto—, pero rara vez se actúa en consecuencia. El encarcelamiento de un padre o una madre tiene un impacto profundo en la dinámica familiar, especialmente en los hijos e hijas, que arrastran el estigma, la distancia y el dolor de la separación.

El proyecto Escuela de Familia nace de esta constatación: cuidar a quienes están dentro implica también cuidar a sus vínculos fuera. Durante el taller, trabajamos con personas privadas de libertad desde su rol como padre o madre, una faceta que suele quedar relegada, negada o dolorosamente rota por el sistema penitenciario.

Hablamos de emociones, de comunicación afectiva, de límites, de historia familiar. Y, sobre todo, hablamos del deseo —y muchas veces del miedo— de seguir siendo madre o padre desde la prisión. La parentalidad en contextos de encierro es extremadamente compleja: las escasas visitas, los traslados, la falta de intimidad, la burocracia, y el propio desgaste emocional la hacen muy difícil de sostener.

Pero reconocer este rol, acompañarlo, fortalecerlo, puede ser un factor protector clave tanto durante la condena como en el proceso de reinserción. Además, trabajar con las emociones y los vínculos permite abrir espacios de reflexión profunda, de reparación y de sentido, incluso en medio de la dureza del contexto penitenciario.

Dos realidades, una misma urgencia: una mirada hacia lo invisible

Conéctate y Escuela de Familia son dos proyectos diferentes. Uno se centra en la salud mental y la alfabetización digital; el otro en las competencias emocionales y familiares. Pero ambos nos enfrentan a una misma necesidad: mirar de frente a quienes el sistema olvida, y actuar desde la escucha, el respeto y la posibilidad.

Así lo refleja Malena una de las dos voluntarias que ha colaborado para llevar a cabo este proyecto:

«Este voluntariado me ha enseñado a acompañar sin prisas, a escuchar sin juzgar, y a no dar nada por hecho. Me ha hecho reflexionar sobre mis propios prejuicios, sobre la importancia de mirar más allá del delito, y sobre la necesidad urgente de construir segundas oportunidades reales. Porque, dentro de la prisión, también hay humanidad, voluntad de cambio y mucho por contar.
Me siento muy agradecida por formar parte de esta experiencia, por el apoyo del equipo de Fundación Esplai, y por el privilegio de compartir tiempo con personas que, a pesar de sus circunstancias, siguen apostando por crecer, aprender y reconstruirse.»

Malena, voluntaria en el CP de Teixeiro.

Porque cuando hablamos de personas privadas de libertad, no hablamos de números. Hablamos de historias, de heridas, de vínculos truncados, de sueños aún posibles. Y cada proyecto que abrimos en estos espacios no es solo una intervención: es una apuesta ética por una sociedad más justa, más consciente y más humana.

Estas actividades pertenecen a los proyectos “Conéctate” y “Escuela de Familia” respectivamente. Todo ello se realiza gracias a la financiación de la Xunta de Galicia a través de la Consellería de Política Social e Igualdade, con cargo al 0,7% del IRPF.

 

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