A diferencia de otras semanas, esta última ha tenido dos grupos divididos entre la sede de Fudación Esplai y la Fraternidad de Los Cármenes de Caño Roto.
Con julio llegan las vacaciones escolares y con ellas el descanso, el juego y la desconexión para los estudiantes. Por eso, en Fundación Esplai, en el marco del proyecto Jo_Ven In Tech! “DiSueña y Construye tu comunidad” (financiado por el IRPF de la Comunidad de Madrid) queríamos que los y las niñas que asistieran a los campamentos tecnológicos así lo sintieran y por eso hemos programado todo tipo de actividades relacionadas con la robótica, juegos educativos y con la aplicación del IOT en la educación ambiental.
Día 1: Programamos un videojuego
Como sucediera en la primera semana de campamento, los y las participantes llegaban tímidamente a la sede de Fundación Esplai en Madrid, Sofía, Denilson, Izan, Rainer o acompañados de un poco de sueño y algo más de timidez. Después de realizar unos juegos para que se conocieran y cogieran confianza entre ellos y ellas, las risas y la alegría se instalarían ya hasta el último día de actividades.
Un poco más complicada fue la elección de nombre e imagen para el grupo. Divididos en dos, unos se ocuparon de elegir el nombre que les identificara con el campamento y otros tuvieron que diseñar una imagen que lo complementara. Después de un largo rato de duras negociaciones y descartes de propuestas, finalmente se consiguió: esta semana serían Los Cuatripiñatas.
Tras un descanso para reponer fuerzas, Azucena y María, voluntarias de Microsoft, fueron guiándoles para realizar un videojuego desde 0. Curiosos ante la expectativa de ser creadores de su propio videojuego, seguían atentos y atentas las explicaciones de Azucena, que, como piezas de un puzle, iba montando todos los elementos para que poco a poco los y las participantes fueran eligiendo su personaje y dando forma al juego. Aunque no hubiera tiempo para terminarlo, sin duda fue una actividad que disfrutaron y puso el listón muy alto desde el primer día.
Día 2: Vamos al huerto
En Fundación Esplai pensamos que el uso de la tecnología es un buen recurso para la reducción de la desigualdad, pero también creemos imprescindible la concienciación sobre el uso de los recursos naturales. Por suerte, los vecinos y vecinas de Lucero tienen la suerte de contar con un huerto comunitario que una vez más nos permitieron visitar.
Una vez más, Mariano, vecino del barrio y hortelano, nos transmitió su pasión por el cultivo de la huerta llevándonos entre aromáticas, árboles frutales, berenjenas, pimientos y los primeros tomates que ya empezaban a pasar del verde al rojo (y no por vergüenza ante los visitantes). En la pausa para el bocadillo, algunos de esos tomates fueron protagonistas, pero por poco tiempo, ya que Mariano preparó una degustación para los niños y niñas que, siempre con buen apetito, dieron cuenta de ellos en un abrir y cerrar de ojos.
Ya saciado el apetito, se enfundaron el traje de pilotos para una misión muy especial: hacer un simulacro de riego del huerto.
Si ya llevamos sufriendo las consecuencias del cambio climático, los últimos años se están incrementando de manera más acelerada con unos veranos de temperaturas infernales y, como viene pasando este año, la reducción drástica de precipitaciones. Aprovechando que estábamos en el huerto y allí es importante aprovechar hasta la última gota, encomendamos a los niños y niñas la misión de regar las plantas con los drones. Ellas y ellos fueron los encargados de medir distancias para luego trasladar las instrucciones para hacer volar los drones con la ayuda de los voluntarios Moisés, Candela y Mateo. Finalmente, y tras alguna que otra dificultad, los drones emprendieron el vuelo y finalmente pudieron gritar ¡misión cumplida!
Día 3: Cuatripiñatas “InGame”
A menudo, las ciudades disponen de recursos que cuestan mucho esfuerzo y dinero que no siempre se aprovechan todo lo que se debiera. Por suerte, cerca del distrito Latina, el Ayuntamiento de Madrid ha creado el espacio Madrid In Game, una apuesta por potenciar el sector del videojuego con espacios de coworking y eventos para reunir a distintas empresas del sector.
Aprovechando esta cercanía, el miércoles nos fuimos de excursión con los y las participantes del campamento, pero sin darles mucha información para dejar lugar a la sorpresa. No nos habíamos montado en el autobús cuando a los pocos minutos ya nos estábamos bajando en las instalaciones construidas en Casa de Campo. Expectantes, los niños y niñas fueron bajando sin saber muy bien donde se encontraban ya que, desde el exterior, llama más la atención la comisaría de policía que se encuentra junto a los discretos edificios de Madrid In Game.
Nada les llamaría la atención del primer edificio al ser una zona de conferencias. Los y las “cuatripiñitas” ya sabían que venían a ver algo relacionado con los videojuegos y allí no había PlayStation u otras consolas para jugar.
Al pasar a la segunda sala el ánimo cambió. Divididos en tres grupos, fueron pasando por los distintos espacios para la producción de un videojuego después de la programación. Uno de los grupos pasó expectante a una habitación donde solo se veía una tela verde que ocupaba la mitad del espacio. Frente a ellos y ellas se encontraba una televisión donde, sorprendidos, iban cambiando sus caras al ver que el fondo verde cambiaba por distintos escenarios donde se trasladaban a demanda acompañados de todo tipo de animales y objetos alrededor.
A su vez, otro de los grupos pasaba a una habitación acristalada donde se podían ver varios ordenadores y tablets. Esta sala estaba dedicada a la realidad aumentada y allí podían ponerse ante la cámara del ordenador y añadir objetos y animales a su imagen. Al no estar indicado por distintos riesgos en niños y niñas, no pudieron disfrutar de las gafas de realidad virtual. De lo que sí pudieron disfrutar algunos de ellos y ellas fue de una PlayStation 5, donde seguro que más de uno no le hubiera importado quedarse toda la mañana.
El tercer grupo se dirigió al estudio de sonido. Tras una breve explicación de Jan, Técnico de sonido, les puso distintos ruidos que tenían que identificar de qué parte de la sala venían. Después, para enseñarles los efectos de sonido, varios niños y niñas cogieron el micro para cantar una canción infantil, como hizo Sofía, o para interpretar (para sorpresa de los asistentes) una canción de Shakira, como fue el caso de Gala.
Después de hacer una pausa para el bocadillo y para controlar un poco la euforia, el plato fuerte estaba por llegar. La última parte del día estaba dedicada a una sesión multiplayer en un espacio con ordenadores que tenían luces por encima de sus posibilidades y sillas de gamer donde a más de uno y una les costó subirse. Pero eso ya no importaba porque por fin podían disfrutar de los juegos que más les gustaban y hacer lo que se hace un espacio dedicado a los videojuegos: jugar.
Conseguir que se levantaran del asiento no fue sencillo, pero una vez hecho, todas y todos volvieron contentos de poder haber visto las distintas fases de creación de un videojuego y, sobre todo, poder jugar.
Día 4: Conociendo las MicroBit y escribiendo en 3D
El penúltimo día de actividades traería tanto a Fundación Esplai como a Caño Roto una mañana repleta de actividades.
En Fundación Esplai empezaron la mañana del jueves por terminar la programación del videojuego iniciado a principios de semana. Ya que habían disfrutado en el proceso de creación, también pudieron hacerlo finalmente tras terminar todos los pasos de la programación.
Después del descanso para jugar y comer el bocadillo, cogieron los bolígrafos 3D y dieron rienda suelta a su imaginación haciendo todo tipo de objetos con el filamento que salía a través del bolígrafo intentando ser lo más fiel posible a sus pensamientos, aunque no siempre fuera así.
Por su parte, en Caño Roto utilizaron la primera parte de la mañana en terminar y perfeccionar también el juego creado a principios de semana.
La segunda actividad era la gymkana de juegos programados en las tarjetas MicroBit. A los míticos juegos de “Operación”, “Reacción”, “Piedra papel o tijera” o el circuito de alambre por donde se iban desplazando por turnos, esta vez se les unía “La patata caliente”. Con una tarjeta Microbit programada para comenzar una cuenta atrás y terminar con un tiempo al azar, las chicas y chicos tenían que responder a preguntas relacionadas con el tiempo que tardan en desaparecer distintos materiales o de la huella hídrica en la producción de alimentos.
Día 5: Punto y final
Casi todo un mes repleto de actividades con la tecnología y el medioambiente como protagonistas; más de 50 participantes del distrito de Latina; otros tantos voluntarios y voluntarias y muchas risas y buenos momentos más tarde, llegaba el último día.
Como en julio muchas personas deciden cambiar el trabajo de oficina y el calor por vacaciones para disfrutar de un viaje a playa o montaña, el número de voluntarios desciende. Pero a los infatigables Candela y Mateo se les iba a unir en la mañana del viernes un nuevo compañero no humano: (…) Desde que el compañero canino de Cándela hiciera aparición en Fundación Esplai, todos los niños y niñas centraron su atención en él intentando batir el récor de achuchones y caricias. A (…) no le tuvo que parecer muy mal, ya que aguantó pacientemente hasta que los y las participantes entraron a la fundación para comenzar sus actividades.
Mientras tanto en Caño Roto, aunque no tuvieran perro, sí tenían muchas ganas de seguir aprendiendo sobre la programación y algunos de ellos y ellas como Stacy, Dylan o Ian, se atrevieron a programar un juego multiplayer. Una vez terminado, los jugadares tenían que pulsar una tecla lo más rápido posible hacer llegar el primero a su caballo en una carrera. Aunque la competición se quedaba en un segundo plano porque lo que interesaba era la diversión.
Por último, la gymkana de Microbit y las creaciones con bolígrafos 3D pusieron el punto y, quien sabe si aparte, a unos días en los que el calor veraniego se hizo a un lado para dejar que más de medio centenar de jóvenes se convirtieran en programadores, informáticas, científicas, ambientólogos y unas cuantas profesiones más.
Todo esto hubiera sido muy difícil, por no decir que imposible sin la implicación de más de una decena de voluntarios y voluntarias como Mateo o Candela, (…) Microsoft, Asociación de Vecinos Lucero, Huerto Lucero, Asociación Vecinal Fraternidad de los Cármenes, el IES Villaverde o la Universidad Politécnica de Madrid con su Ecología a pie de barrio o la financiación del IRPF de la Comunidad de Madrid. A todos y todas ellas, muchas gracias por su implicación.